República de Waires
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República de Waires
Por María Teresa Constantin

El perfil neto de una arquitectura monumental enmarca la vista en picada sobre una ciudad majestuosa. Una metrópolis en sombras, negra, amenazante. Es Waires. Una fotografía que se nos aparece como síntesis de esta exposición y también de la república: sombras amenazadas y amenazantes de la bandera, melancólicas estatuas que se piensan, decadencia de edificios emblemáticos, escaleras, vitrales, pasajes vacios, el Edelweiss amado. Suspiros y respiros contenidos de un pasado vivo.

Ausente por varios años del país, a su regreso, Claudio Larrea necesita asir la ciudad. Sale regularmente a fotografiarla y la distancia de su mirada extrañada le permite ver aquello que, por habitual, hemos dejado de ver: decadencia y grandeza, marginalidad, tensión social, asombro y angustia de una majestuosidad desepocada. El resultado de esa cacería fotográfica azarosa será organizado luego por series con la complicidad de José Manuel Elliot Eyras, su compañero, quien conoce su trajinar y actúa casi como curador en las sombras. Aparece así República de Waires, título que refiere obviamente a la república de Weimar. Instituida luego de la caída del imperio alemán, como consecuencia de la revolución obrera de 1918, tuvo una intensa actividad artística e intelectual marcado a su vez por la inestabilidad política y social –la aparición de nuevas formas sociales y el temblor de las jerarquías existentes– y cuyo dramático fin fue el ascenso de Hitler al poder, en 1933. Numerosos artistas, y los fotógrafos en particular, usaron sus imágenes para explorar la nueva sociedad alemana. Algo de ese proceder (y resultados) existe en nuestro artista. Así, es inevitable la referencia al cine alemán, y a la fotografía de August Sander y su trabajo de documentación sobre la gente de su época. Como aquel tiene Larrea el encuadre amplio que, tanto en arquitectura como en retratos, permite adivinar algo más del entorno y del lugar de lo fotografiado en la ciudad: las depuradas imágenes de Larrea hacen sospechar siempre que estamos hablando también de cuestiones sociales y políticas. Encuadre, luz, texturas resultan en la singularidad de sus fotografías. Finalmente el formato elegido para sus copias parece apelar a una aproximación personal, a una relación íntima con el espectador y un llamado a recuperar el silencio, como dice Claudio Larrea.

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